Un cuento de Neil Gaiman

barrendero en Madrid

Compartimos un cuento del escritor británico Neil Gaiman, conocido por su obra como guionista de cómics, pero también con una interesante producción de cuentos y novelasw. Narraciones como Sandman, Coraline o la divertida Mitos Nórdicos son la carta de presentación de este artista multifacético. Sus trabajos están claramente marcados por una visión aggiornada de los mitos antiguos, como es el caso de su obra más popular «American Gods», con la que obtuvo los prestigiosos premios de ciencia ficción «Hugo» y «Nébula».

El barrendero de sueños – Neil Gaiman

Cuando todos los sueños se acaban, cuando ya estás despierto y dejas el mundo de gloria y locura por la prosaica rutina diaria de la luz diurna, a través de las ruinas de tus caprichos abandonados camina el barrendero de sueños.

¿Quién sabe qué era cuando estaba vivo? ¿Quién sabe si en realidad estuvo vivo alguna vez? Desde luego, él no responderá a tus preguntas. El barrendero habla poco, con voz ronca y gris, y cuando habla es casi siempre del tiempo y las perspectivas, las victorias y las derrotas de ciertos equipos deportivos. Desprecia a todo el que no es él.

Acude a ti justo cuando despiertas, y barre reinos y castillos, y ángeles y búhos, montañas y mares. Barre la lujuria y el amor y a los amantes, los sabios que no son mariposas, las flores de carne, la carrera del ciervo y el hundimiento del Lusitania. Barre todo lo que dejaste atrás en tus sueños, la vida que te pusiste, los ojos a través de los que miraste, el examen que no pudiste encontrar. Uno a uno, los barre todos: la mujer que te hundió en la cara sus dientes afilados; las monjas de los bosques; el brazo muerto que asomó en el agua tibia del baño; los gusanos escarlata que reptaban por tu pecho cuando te abriste la camisa.

Todo lo barre, todo lo que dejaste atrás al despertar. Y luego lo quema, para dejar el escenario listo para tus sueños de mañana.

Trátalo bien, si lo ves. Sé educado. No le hagas preguntas. Aplaude las victorias de sus equipos, lamenta con él sus derrotas, opina como él sobre el tiempo. Ofrécele el respeto que cree merecer.

Porque hay personas a las que el barrendero de sueños, con sus cigarrillos liados y su dragón tatuado, ya no visita.

Tú las has visto: con la boca temblorosa y la mirada fija, farfullan, gimotean, lloriquean. Algunos recorren las calles vestidos con harapos, con sus pertenencias bajo los brazos. Otros están encerrados en la oscuridad, en lugares donde ya no son un peligro para sí mismos ni para otros. No están locos, o más bien la pérdida de la cordura es el menor de sus problemas. Es algo peor que la locura. Te lo dirán si se lo permites: son quienes viven, día tras día, entre las ruinas de sus sueños.

Y si el barrendero de sueños te abandona, jamás volverá.

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