Los relatos de Ted Chiang calan hondo. El autor posee el talento de conectar con expectativas, miedos y preguntas profundamente arraigadas en el ser humano. Cada cuento nos pone frente a una situación en la que se cuestiona aquello que hemos dado en llamar «nuestra realidad». Son asimismo, narraciones trabajadas con la paciencia de un orfebre y el hecho de que durante sus tres décadas como escritor haya publicado apenas dos decenas de relatos da cuenta de ello. Además del relato corto que les ofrecemos, es posible acceder a otro de sus cuentos aquí.
Leyendo los cuentos de Exhalación, publicado en inglés en 2019 y en español en el condenado 2020 de la peste, se experimenta la misma sensación revulsiva que provoca Black Mirror: Ya estamos viviendo el futuro o estamos, al menos, transitando a través del umbral.
No me voy a detener en los numerosos premios de Chiang, todos relacionados con la Literatura de Ciencia Ficción, una etiqueta que su obra sin duda transciende, pero si en el detalle de que en uno de sus cuentos «La historia de tu vida», fue adaptada al cine bajo el nombre de «La llegada» y dirigida por Denis Villeneuve. El hecho de que esta película sea una de las más brillantes que he visto en la última década (aún a pesar de un cierre flojo) no puede ser coincidencia.
Lo que se espera de nosotros – Ted Chiang
Esto es un aviso. Por favor, lean atentamente.
A estas alturas, probablemente ya han visto un Pronostic; para cuando lean esto se habrán vendido millones. Para quienes no hayan visto ninguno, se trata de un aparatito, como un control remoto para abrir el coche. Consta únicamente de un botón y un gran led verde. Si aprietas el botón, la luz destella. Para ser exactos, la luz destella un segundo antes de que aprietes el botón.
La mayoría de la gente dice que la primera vez que lo pruebas es como si estuvieses jugando a un extraño juego, un juego en que el objetivo es apretar el botón después de ver el destello, y al que es fácil jugar. Pero cuando intentas romper las normas descubres que no puedes. Si intentas apretar el botón sin haber visto el destello, aparece el destello de inmediato, y por muy rápido que actúes, jamás aprietas el botón hasta pasado un segundo. Si te esperas al destello con la intención de no llegar a apretar el botón, el destello nunca aparece. Hagas lo que hagas, la luz siempre precede al accionamiento del botón. No hay manera de engañar a un Pronostic.
El corazón de cada Pronostic consiste en un circuito con un retraso negativo del tiempo; envía una señal atrás en el tiempo. Las repercusiones globales de esta tecnología quedarán claras más adelante, cuando se consigan retrasos negativos de más de un segundo, pero ése no es el objetivo de este aviso. El problema inmediato es que los Pronostics demuestran que no existe el libre albedrío.
Siempre han existido argumentos que demostraban que el libre albedrío es una ilusión, algunos basados en la estricta física, otros basados en la pura lógica. La mayoría de la gent e conviene en que estos argumentos son irrefutables, pero nadie acepta realmente la conclusión. La experiencia de poseer libre albedrío es demasiado potente como para que un argumento la desautorice.
Generalmente, una persona juega con un Pronostic de manera compulsiva durante varios días, se lo enseña a sus amigos, prueba distintas estratagemas para burlar al aparato. Puede parecer que la persona pierde interés en ello, pero nadie es capaz de olvidar lo que significa; a lo largo de las semanas siguientes las implicaciones de un futuro inmutable van calando.
Algunas personas, al darse cuenta de que sus elecciones no importan, dejan de tomar decisiones por completo. Como una legión de Bartlebys, dejan de participar en la acción espontánea. Finalmente, una tercera parte de los que juegan con un Pronostic tienen que ser hospitalizados porque dejan de comer. El estado final es de mutismo acinético, una especie de coma en plena vigilia. Siguen los objetos en movimiento con la mirada y cambian de posición ocasionalmente, pero nada más. Se conserva la motricidad, pero la motivación ha desaparecido.
Antes de que la gente comenzara a jugar con Pronostics, el mutismo acinético era muy raro, resultado de daños en la región anterior cingulada del cerebro. Ahora se propaga como una plaga cognitiva. La gente solía especular con un pensamiento que destruye al pensante, una especie de horror lovecraftiano inefable, o un teorema de Gödel que aplasta el sistema lógico humano. Resulta que el pensamiento desactivador es uno con el que todos nos hemos topado: la idea de que el libre albedrío no existe. Lo que pasa es que no es perjudicial hasta que uno se lo cree realmente.
Los médicos intentarán discutir con los pacientes mientras todavía respondan a la conversación. Hemos estado llevando vidas felices, vidas activas antes, razonan con ellos, y tampoco teníamos libre albedrío. ¿Por qué va a cambiar nada? «Ninguna acción que hayas realizado en el último mes era más libre que una que lleves a cabo hoy —podría decir un médico—. Puedes seguir comportándote como entonces». Los pacientes responderán indefectiblemente: «Pero ahora lo sé». Y algunos no volverán a decir nada nunca más.
Habrá quien argumente que el hecho de que el Pronostic provoque este cambio en el comportamiento significa que tenemos libre albedrío. Un autómata no puede desilusionarse, sólo una entidad librepensadora podría. El hecho de que algunos individuos caigan en mutismo acinético mientras que otros no, no hace sino subrayar la importancia de la elección.
Desgraciadamente, un razonamiento semejante es incorrecto; cualquier forma de comportamiento es compatible con el determinismo. Un sistema dinámico puede caer en una cuenca de atracción y acabar en un punto fijo mientras otro presenta un comportamiento caótico indefinidamente, pero ambos son completamente deterministas.
Les estoy transmitiendo esta advertencia a un año vista en el futuro; éste es el primer mensaje largo recibido utilizando circuitos con retardos negativos de un alcance de megasegundos para construir dispositivos de comunicación. Le seguirán otros mensajes, abordando otros asuntos. Mi mensaje es éste: Finjan que tienen libre albedrío. Es esencial que se comporten como si sus decisiones contaran, aun cuando sepan que no es así. La realidad no es importante; lo que es importante es lo que creen, y creer la mentira es la única manera de evitar el coma en vigilia. Ahora la civilización depende del autoengaño. Quizá siempre ha sido así.
Y aun así sé que, dado que el libre albedrío es una ilusión, ya está predeterminado quién caerá en mutismo acinético y quién no. No hay nada que hacer al respecto; no pueden elegir el efecto que el Pronostic tiene sobre ustedes. Algunos sucumbirán y otros no, y que yo envíe este mensaje no va a alterar dichas proporciones. Entonces, ¿por qué lo envío?
Porque no tengo elección.