La novela debut – aunque no la primera obra – del escritor y académico argentino Hernan Díaz llega a nuestra web de recomendaciones de libros. El relato se inicia con una escena memorable: Un gigantesco desconocido – desnudo, viejo, quizás albino – emerge desde las frías aguas de Alaska. La imagen, potente de por sí, tendrá un sentido aún más completo al llegar al final del relato.
“El agujero, una estrella abierta a golpes en el hielo, era la única alteración visible en la blanca planicie fundida con el blanco cielo. Ni asomo de viento ni de vida ni de sonido. Dos manos salieron del agua y tantearon los bordes del anguloso agujero. Los dedos, evaluadores, tardaron unos segundos en escalar las altas paredes de la abertura, que recordaban a los riscos de un cañón en miniatura, y alcanzar la superficie. Una vez sobre el borde, se clavaron en la nieve y tiraron hacia arriba. Apareció una cabeza. El nadador abrió los ojos y miró al frente, hacia la extensión sin horizonte.”
Este coloso resulta ser el protagonista, Håkan Söderström, conocido como el Halcón, y que nos remite inmediatamente al Juez Holden de “Meridiano de Sangre”. Ya en el primer capítulo, diferentes versiones sobre sus increíbles cualidades nos llegan desde diferentes voces: Que tiene un ejército escondido, que mató a un león con sus propias manos, que fue cacique de una tribu de indios.
Pero no tardaremos en conocer su historia a través de sus propias palabras; todo comenzó cuando el “Halcón” y su hermano mayor, Linus, fueron enviados a América por su padre, un campesino sueco que deseaba darles un futuro mejor. Parecía un buen plan: corría el año 1850 y los Estados Unidos eran la tierra de las oportunidades. Sin embargo, los hermanos terminan separados y en direcciones opuestas, Linus en Nueva York y Hakan, en San Francisco. Así, sin saber hablar ni una palabra de inglés y sin un centavo en los bolsillos, Hakan se embarca en el único curso de acción posible: cruzar América caminando en busca de su hermano.
Perfecto equilibrio entre acción y reflexión
Sin duda que «A lo lejos» entra en la carrera para formar parte de las diez mejores novelas western de todos los tiempos. Nos enfrentaremos a una aventura apasionante que es, a la vez, una profunda reflexión sobre la soledad y la compañía, el extrañamiento del destierro y la nostalgia del hogar. Se trata nada más y nada menos que de un Bildungsroman en el mejor sentido decimonónico, pero que se fusiona con una feroz crítica al mito fundacional de la conquista del oeste norteamericano. El mismo Díaz lo explicó en una entrevista del año 2018:
El western ofrece una visión glamorosa y romantica de las cualidades más cuestionables de la historia norteamericana: la explotación insaciable de la naturaleza, el racismo, el fetiche de las armas, la frivolización de la violencia, el machismo, el genocidio, la avidez expansionista, la obsesión con la propiedad privada, el individualismo a ultranza, la desconfianza respecto del Estado.
A medida que realiza el camino opuesto a la marea de colonos e inmigrantes que se encaminan hacia la tierra prometida del Oeste, el protagonista irá cruzándose con una caterva de pintorescos personajes, como un Irlandés buscador de oro bastante lunático o una mujer sin dientes que termina disfrazando a nuestro héroe con un tapado de terciopelo y unos zapatos de hebilla a juego. También conocerá a un naturalista visionario, a un sheriff sádico y conseguirá un caballo de nombre “Pingo” (los argentinos sabrán captar el guiño). En el camino se ve obligado a cazar animales salvajes en el bosque para mantenerse con vida y también a cometer asesinatos y fechorías, por los que se convierte en un prófugo de la Justicia.
La narración mantiene un ritmo emocionante y está repleto de acontecimientos y giros sorpresivos. El viaje no solo será geográfico sino que también veremos a Hakan pasar de ser apenas un jovencito a convertirse en un verdadero «gigante». Asimismo, su candidez inicial pronto dará paso a un carácter experimentado, forjado por una vida de supervivencia en un entorno desconocido.
La dinámica del punto de vista
Otro de los grande méritos de la novela es la manera en la que el autor se pliega a la percepción del personaje, pero sin sumergirse completamente dentro de su mente. Vemos, escuchamos y olemos a través de sus sentidos pero no tenemos acceso a su interpretación, sino que estamos forzados a buscar una nosotros. El viento trae el sonido lejano de un órgano, que se siente como «harapos andrajosos, como un abandera desgarrada» antes de que ni personaje ni lector sepa de qué se trata. Más adelante, Hakan no puede identificar qué son esos lienzos de madera que forman una línea recta o para qué sirve el cable que cruza por sobre su cabeza. Es que nunca ha visto unos rieles ni una línea de telégrafo.
La elección de no meterse dentro de la interioridad del personaje aumenta la sensación de aislamiento de una novela escrita en una clave diferente. El extrañamiento que genera la novela, fuerza al lector a acercarse, a querer indagar más sobre este gigante brutal, que en muchas ocasiones se muestra tierno. En definitiva, las contradicciones inherentes al ser humano pero, ¿ acaso no es eso lo que buscamos en un personaje?