Goya probablemente sea mi pintor favorito (aunque Turner le pelea el podio cabeza a cabeza) por lo que leer estos dos escritos, editados ahora por la Editorial Acantilado, se convierte en una necesidad imperiosa a la que pronto daremos satisfacción en esta web. «Goya» consta de dos ensayos de distinto carácter y tenor; además, en las páginas finales se reproducen las 30 pinturas del artista español exhibidas en el Museo del Prado.
En el primer texto, de tinte más clásico, el único premio Nobel yugoslavo – se lo dieron en el 61 – se centra en el estilo pictórico del pintor y en aquellos acontecimientos de su biografia que – deduce – definieron los temas predominantes de su extensa obra. En el restante, titulado «Conversaciones con Goya», Andrić, como personaje dentro de la ficción, tropieza con Goya en un escenario intemporal: Un pequeño café cerca de Burdeos – lugar donde el pintor falleció – que, además está ubicado en las inmediaciones de un circo. Esta referencia quizás se deba al aspecto grotesco – pienso en «Los Desastres de la Guerra» o en «Las pinturas negras» – que dominó la etapa final de la vida del pintor.
A partir de este mecanismo de distanciamiento utilizado por el autor – Andric habla de Goya a través del propio Goya – se reflexiona sobre la naturaleza del arte y el rol del artista como creador ambiguo y poco confiable. De esta manera la forma de entrevista utilizada en este segundo texto, lo sitúa a mitad de camino entre el ensayo y la ficción. Este dispositivo, utilizado luego por muchos escritores, resuena aún con fuerza en nuestros días.
Ivo Andrić, defensor de la identidad del pueblo yugoslavo
Andrić nació a fines del siglo XIX en Travnik, ciudad en territorio bosnio pero dominado por el Imperio Austrohúngaro. Esta doble vertiente se refleja en sus novelas más representativas como «Un puente sobre el Drina» y «La crónica de Travnik», obras que muestran la compleja realidad de ese umbral entre Oriente y Occidente que son los Balcanes. Para el autor, la afirmación de una identidad propia pasaba por la creación del estado yugoslavo, que defendió fervientemente, incluso como diplómatico en varias capitales europeas.
Justamente en la que se considera su obra cumbre, «Un puente sobre el Drina», el puente del título adquiere un valor metafórico y simbólico a la vez. Se trata de la unión de las “siete religiones, seis repúblicas, cinco naciones, cuatro culturas, tres lenguas, dos alfabetos” que conviven en ese territorio, conectado por este paso a través de las aguas.
A pesar del riesgo que corre en su recreación del encuentro con Goya, Andric es un escritor de estructura lineal, característica que no desmerece en absoluto su gran dominio de los tiempos de la narración y de la construcción de escenarios y personajes que dejan una profunda huella en la memoria del lector.