Recomendar una novela se vuelve una empresa cuesta arriba cuando, quienes nos precedieron en dicha tarea nos superan con creces: en talento, en lucidez, en el escabroso oficio de acomodar palabritas una al lado de la otra. En definitiva, ¿cómo interceder a favor de una novela a la que Juan José Saer encumbra como «momento culminante de la narrativa en lengua castellana del siglo 20»?
Pues no queda otra que citar a Saer.
Sin embargo, antes de seguir plagiando a un escritor de genio, me permitiré escribir dos líneas sobre «El silenciero». Se trata de una novela que en su acción plantea una hipótesis simple. Un hombre intenta escapar del omnipresente ruido: del retumbar insignificante de la radio de la casa de al lado, del insufrible chillido de las voces infantiles en una calesita cercana, de un altavoz en el negocio vecino. El ruido, como un enemigo íntimo lo tortura, tanto física como metafísicamente. Y es que para el protagonista, las múltiples vicisitudes de la vida (trabajo, familia, amigos, quizás un amor) no son sino una escenografia difusa en la que se desenvuelve su implacable cruzada contra el ruido. Citando otra vez a Saer, «hay entre el narrador y el mundo una guerra de principios, un antagonismo orgánico, irreconciliable y extremo».
La genialidad de esta novela no se agota en estas implicaciones. Su cuidadoso uso del lenguaje, al que Saer caracteriza como «discreto» y que el propio narrador reconoce como «indirecto» es otra muestra de un talento descomunal. Cada frase merece ser revisada en dos, tres o más ocasiones. Porque de su estudio minucioso surgen imágenes certeras. Una evocación oblicua que nos fuerza a buscar, a remover dentro nuestro y buscar.
La tentación es grande, de replicar en este espacio cada una de las frases que he marcado. Pero solo me contentaré con algunas:
«A mi paso, la ciudad que desciende por mi calle apaga sus vidrieras, echa persianas: desmantela su andamiaje de trabajo»
«A veces, en la esquina donde confluyen nuestros itinerarios, pestañea para ella la brasa de mi cigarrillo.»
«El sol de la pequeña tarde lame mi ventana. Atrás no hay ruido. Como alto respaldo de la cama está la librería de novelas heredadas de mi padre y las novelas por mí elegidas, y yo acato su contagio: quizás este es el día señalado para empezar mi libro».
Otro referente indudable de la literatura argentina, Piglia, asegura que hasta la llegada del gobierno militar(en 1976) Di Benedetto era una de las referencias insoslayables para las nuevas generaciones de escritores. «La gran figura era Di Benedetto. Había una tensión entre él y Borges. Eran los dos grandes modelos de escritura. No tienen nada que ver, pero ambos lucen la misma calidad».
Fue a partir del advenimiento de esta dictadura asesina, que lo mantuvo preso durante un año y medio y forzó su exilio a Madrid, que su figura cayó en el ostracismo. Creo que es un buen momento para hacerse un favor y acercarse a este autor enorme.
El prólogo completo que hace Saer, tanto de «El silenciero» como de «Zama» y «Los suicidas» (que en su conjunto se han catalogado como «Las novelas de la espera») puede leerse en este link que lleva a la web de la editorial argentina Eterna Cadencia.