La conjura contra América – Philip Roth (2004)

La consigna «¿Que hubiera pasado si?» es un punto de partida tentador para cualquier obra de ficción. Es el caso de «La conjura contra América» que se plantea una historia alternativa en la que el famoso aviador Charles Lindberg derrota en las elecciones norteamericanas de 1942 a uno de los presidentes «intocables» de la historia estadounidense: Franklin Roosevelt.

A partir de este suceso ilusorio, que Roth recrea con un asombroso ejercicio de imaginación, y a la vez de investigación histórica, se comienza a generar una espiral de violencia contra la población judía norteamericana, que en cierta manera replica lo ocurrido en los primeros años de la Alemania nazi. Es que en la vida real, Lindbergh, quien se volvió héroe por su famoso vuelo transatlántico en 1927 a bordo del monoplano “Espíritu de San Luis”, era simpatizante del nacionalsocialismo de Hitler, supremacista blanco y fue parte visible de una campaña en contra de la entrada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial.

Roth, maestro en el arte de crear autobiografías apócrifas, se coloca él mismo en el centro de la escena: La historia está narrada desde la perspectiva un Roth adulto, que relata sus «supuestos» recuerdos a los nueve años (la edad que el escritor tenía en 1942) en un barrio judío de Newark, localidad de Nueva Jersey donde el autor efectivamente nació y vivió durante su niñez.

Justamente la elección de este punto de vista es una de las grandes virtudes de la novela. La sensación de indefensión, de caos (de que el mundo se ha puesto patas para arriba) que experimenta el pequeño protagonista a través de su cándida visión es compartida también por los adultos, que ven como las medidas de la nueva administración Lindberg van cercando cada vez más las familias judías. Ante un Estado brutal y totalitario, los ciudadanos no somos nada más que niños pequeños.

Quizás el momento más estremecedor de la novela es cuando un niño de diez años, vecino del protagonista, se queda solo en el mundo como consecuencia de la violencia desatada desde el Gobierno. Esa es la imagen que nos deja Roth, con una lucidez que duele: Niños llorando, paralizados por el terror en el medio de la noche. Las consecuencias del egoísmo de los poderosos. Dos o tres días después de haber leído este pasaje, salían a la luz los excesos del gobierno de Trump con los inmigrantes, separando a pequeños de corta edad de sus padres y encerrándolos en jaulas. Sin palabras.

Roth, uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo 20, demuestra un conocimiento íntimo de la sociedad norteamericana y de su inconsciente colectivo. En la novela se evidencia como el riesgo de una deriva facista estuvo, está y estará latente.  Los escritores muchas veces cumplen un rol doble: Se posicionan como conciencia de una sociedad y ejercen al mismo tiempo de tahures o visionarios. Así, a través de «La Conjura contra América», el autor de «El lamento de Portnoy» refleja una realidad: como el culto a la imagen ha ocupado el lugar preponderante en la política, mientras prefigura otra: la llegada de Trump y su política obscena, de excesos nacionalistas y búsquedas de chivos expiatorios.

Esta relación fue magistralmente ilustrada en enero de 2017 en el diario El País por el escritor cubano, Leonardo Padura, en un artículo dedicado al discurso inaugural del magnate como Presidente de los EEUU. También es relevante este artículo de Toni Morrison, escrito alrededor de la misma fecha.

Merece la pena la pena leer ambos artículos. Merece aún más la pena leer «La Conjura contra America», la última gran obra del inmenso Philip Roth.

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