La flecha del tiempo – Martin Amis – 1991

Una conciencia se despierta desde la oscuridad. Tres doctores observan. ¿Un nacimiento? No exactamente.  «La flecha del tiempo» comienza con la muerte del personaje principal que es (al mismo tiempo) el nacimiento del narrador, que experimentará los sucesos de la vida del personaje en reversa. ¿Suena complicado? Y esto es solo el principio.

Se trata de una obra compleja que exige un lector atento y una relectura constante. Junto al narrador, (en alguna entrevista el propio Amis aseguro que es el «alma» del protagonista), vamos descubriendo el día a día de un ser humano hacia atrás en el tiempo. El narrador no tiene acceso a la mente del personaje ni a sus recuerdos, solo a sus emociones y a sus sueños. Es por ello que, aunque lo intuye, no tiene completa conciencia de que para él el tiempo va en la dirección equivocada. Desde la capacidad de comprender el idioma hablado de atrás para adelante hasta la descripción de las funciones corporales más básicas (por ejemplo, comer es sacarse la comida de la boca y devolverla al plato, caminar es marchar de espaldas, despertarse es irse a dormir y viceversa…) cada acto cotidiano es visto desde una nueva perspectiva.  Asimismo, al ir el tiempo hacia atrás y haber comenzado el narrador su «vida» a partir de su muerte, nos encontramos primero con un personaje anciano que poco a poco va recobrando el vigor, descubriendo la cotidianeidad del EEUU de Reagan.

Sin embargo, estas descripciones, esta suerte de Bildungroman posmoderno, no son sino lo que rodea al punto central de la vida de nuestro personaje, «Tod Friendly», que tiene un secreto que sale a la luz durante sus sueños, pesadillas constantes acerca de bebés que poseen, «el poder de bombas atómicas».  El tiempo sigue su camino, aún en sentido contrario para revelarnos que «Friendly» es un nombre falso, (el primero, o el último, según la perspectiva, de muchos) y que el personaje es doctor nazi, que tenía a su cargo la manipulación de las cámaras de gas de Auschwit, que ha escapado tras la segunda guerra mundial. Su evolución no es sino un regreso a su pecado original.  Y si la cotideaneidad vista en sentido inverso es tan impactante, sobre todo por los nuevos sentidos que se descubren detrás de los actos rutinarios de cada día, ¿qué tan estremecedores pueden llegar a ser los excesos de los momentos más brutales de la historia, en concreto, los de los campos de concentración?

Amis es un escritor de excesos, sus descripciones son crudas al extremo y para algunos hasta bordea el mal gusto.  Su prosa, sin embargo, lleva al lector al límite. Escribir sobre el tiempo, esa joya secreta y elusiva de la que nadie puede hacerse dueño, es dificil y el riesgo de caer en la repetición es grande. «La flecha del tiempo» arriesga una nueva lectura y, si bien hay que ser indulgente con ciertos puntos que no terminan de cerrar, merece un lugar en nuestra lista de recomendaciones.

 

 

 

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