Relectura – Ancho mar de los sargazos – Jean Rhys

La relectura es imprescindible, no descubrimos nada nuevo con ello. Aunque claro, si apenas hay tiempo para leer todo lo que se acumula (clásicos, novedades de los consagrados, obras rescatadas de autores prestigiosos o jóvenes promesas), ¿cómo encontramos el momento para repasar aquellos libros que merecen ser releídos? Y aquí surge otro tema: ¿Qué hace que una obra merezca ser releída? Reflexión interesantísima que no estaría mal explorar en un artículo aparte de éste, dedicado a «Ancho Mar de los Sargazos» de Jean Rhys.

El primer efecto de esta segunda vida es revalorizar. He terminado de releer esta novela etiquetada como feminista, posmodernista y poscolonial, pero me ha quedado solo el tag de «obra maestra». Mi primera travesía por el Mar de los Sargazos estuvo signada por las limitaciones de ser parte de las lecturas obligatorias de la universidad. Y no se puede disfrutar atenazado por las circunstancias, pero esas palabras finales:

«Al fin sé porque me han traido aquí y lo que debo hacer. Soplaba una corriente de aire, pues la llama parpadeó y creí que se había apagado. Pero la protegí con la mano y volvió a arder, iluminando mi camino por el pasillo oscuro»

Este final luminoso, abierto a un espacio vasto como el mar quedó flotando en algún lugar de mi subconsciente. Y me hizo volver. Revisitar. Y redescubrir. El «Ancho mar de los sargazos» es tan extenso que contiene un clásico canónico como «Jane Eyre» en su seno. Porque todo empieza en Inglaterra.

Jane Eyre, una heroína con sesgo primermundista

En verdad, «Ancho mar de los sargazos» puede entenderse sin haber leído antes «Jane Eyre». Sin embargo, es precisa una leve mención a la obra más famosa de Charlotte Brontë para comprender cabalmente su rol en la génesis de la novela de Jane Rhys.

Narrada como una autobiografia, Jane Eyre relata las aventuras de una huérfana. Enviada a los diez años a un orfanato conocerá todas las privaciones de los desfavorecidos durante la inglaterra victoriana (es decir, todos aquellos que no eran aristócratas, banqueros o empresarios). Tras duros años se convertirá en institutriz y comenzará a trabajar para el acaudalado señor Rochester.

Si bien es una novela de aprendizaje canónico, «Jane Eyre» también es un romance y será inevitable que patrón y empleada se enamoren. Pero el gótico también mete la cola y un misterio se cierne sobre la joven Jane. De noche escucha risas diabólicas y llega el punto es que es asaltada por una figura siniestra en su habitación.

Se trata de la esposa de Rochester, Bertha Mason, una mujer aparentemente loca, de ascendencia Creole, (es decir caribeña) a quien este correcto señor inglés tiene encarcelada en el ático de su mansión. Jane, que ama a Rochester, no sea anima a romper las «leyes divinas de matrimonio» y escapa, alojandose con unos primos durante largos meses. Pero – lo sabemos, lectores – su destino es volver con el millonario. Al regresar se encuentra con que todo ha sido devorado por las llamas. La loca del ático ha prendido fuego a la casa y se ha suicidado. Rochester está libre para casarse, pero ha quedado arruinado y ciego.

En el epílogo de la obra se casan y es Jane, a esta altura una mujer fuerte – todo un ícono – quien se encargará de cuidar a Rochester; no solo fisicamente sino también económicamente, pues, oh sorpresa (otra vuelta de tuerca) , se conoce que es heredera de una fortuna. «Lector, me casé con él» nos informa Jane completando su evolución y reafirmando su voz, que representa la voz de las mujeres, hasta ese entonces – siglo XIX – poco escuchada en la sociedad. Si, éstas son las razones por las que es considerada una novela feminista, revolucionaria para su época.

Pero , ¿y la voz de las minorías?, ¿de las mujeres forzadas a dejar su lugar de nacimiento para ser encerradas en el altillo de una fría mansión victoriana? ¿Y la voz de Bertha Mason, la loca del ático? Aquí es cuando aparece Jean Rhys.

Ancho Mar de los Sargazos, el punto de vista de Bertha Mason

Algunas teóricas del feminimo (especialmente «The Madwoman in the Attic» – es decir, la «Loca del Ático» – de Gilber y Gubar) ya habían criticado el tratamiento simplista que las escritoras victorianas (no solo las Brontë, también Jane Austen, Emily Dickinson o Mary Shelley) daban a sus personajes femeninos, convirtiéndolas en estereotipos: o ángeles o demonios.

Rhys va más allá; escribiendo lo que llamaríamos una «precuela» de Jane Eyre, superando esta polarización maniquea tan criticada por el feminismo y adoptando el punto de vista de Bertha Mason, el «demonio» de Jane Eyre. En definitiva, la historia de la primera esposa de Rochester, y en parte de este Lord inglés del que sabemos tan poco.

«Ancho mar de los sargazos» se estructura en tres partes bien marcadas. En la primera sección, conocemos a Antoinette antes de Bertha. Su infancia en Jamaica está marcada por la caída en desgracia de la clase acomodada a la que pertenece y de su familia en particular, tras la muerte de su padre.

«Me acostumbré a llevar una vida solitaria, pese a que mi madre seguía haciendo planes y albergando esperanzas: acaso no tuviera más remedio que albergar esperanzas cada vez que pasaba delante de un espejo. Salía a cabalgar todas las mañanas, ajena a los negros que se mofaban de ella, sobre todo cuando su ropa de montar empezó a estar raída (se fijan en la ropa, saben donde está el dinero).»

Los movimientos de emancipación y la abolición de la esclavitud en las colonias británicas del Caribe derivarán en un creciente rechazo hacia los antiguos terratenientes. Este repudio, replicado en una naturaleza tan exuberante como indómita, acechará a Antoinette y su familia. Todo explotará con un ataque de los antiguos esclavos y en el incendio de su mansión, cuyas consecuencias son devastadoras. Su madre se volverá loca y Antoinette terminará en un internado, alienada de lo que queda de su familia

Es imposible no detectar los paralelismos entre Jane y Antoinette; como curvas destinadas a colisionar. Ambas jóvenes, soñadoras, huérfanas, cortejadas por la muerte. Jane saldrá del internado para ser institutriz de Rochester, Antoinette para casarse con él.

La dominación patriarcal en «Ancho mar de los Sargazos»

En la segunda parte encontramos a los recien casados durante su luna de miel en Dominica, otra isla del Caribe. A diferencia de la primera parte, narrada por Antoinette en primera persona, aquí es Rochester quien lleva la voz cantante en el relato. Este cambio de narrador no solo marca un punto de vista diferente, también refleja el predominio del hombre sobre la mujer al convertirse en marido y mujer. La dominación patriarcal se evidencia todavía más en el hecho de que Rochester comience a llamarla «Bertha». En este punto, el hecho de que sea un matrimonio arreglado «para dar seguridad» a Antoinette se contrapone a la decisión de Jane de casarse con Rochester.

A pesar de los arrebatos pasionales iniciales, la relación está signada por el fracaso desde el primer momento: Rochester solo ve hostilidad en ese ambiente; se siente oprimido por el ambiente salvaje de la jungla caribeña y desconfía abiertamente de los lugareños y de Antoinette. La joven por su parte, solo intenta complacer a Rochester en vano.

Como último medio para salvar a la pareja, recurrirá a un rito autóctono de Obeah – una pócima de amor – para recuperar la pasión inicial. La tentativa falla y cuando Rochester descubre que ha sido engañado, decide arrancar a Aintonette de su lugar en el mundo. Ambos cruzarán el ancho Mar de los Sargazos – ese pedazo de océano situado entre las islas Británicas y el Caribe, cuyas aguas estancadas por la falta de brisas oceánicas y corrientes marinas representan la incapacidad de Antoinette de escapar de su destino – en dirección a Inglaterra, donde Rochester será considerado un Señor y Antoinette, quedará atrapada en un ático.

La última parte nos remite a la vida de Antoinette – Bertha a estas alturas – confinada en la misma mansión donde Jane Eyre y Rochester se enamoran. Está narrada desde el punto de vista de su cuidadora, Grace Poole, pero también de Bertha, que como su madre ya ha perdido la cabeza; sueños, recuerdos y realidad se entremezclan en un duermevela continuo. En este escenariao, la conclusión – ese final que conocemos incluso antes de empezar – adquiere tintes épicos y le permitirán a Antoinette redimirse a través del instrumento que mejor conoce: el fuego.

«Al fin sé porque me han traido aquí y lo que debo hacer. Soplaba una corriente de aire, pues la llama parpadeó y creí que se había apagado. Pero la protegí con la mano y volvió a arder, iluminando mi camino por el pasillo oscuro»

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