Siempre hemos vivido en el castillo – Shirley Jackson (1962)

Los cuentos de hadas no siempre tienen finales felices. ¿O si? La última novela (por su brevedad quizás se la podría catalogar como novella ) de Shirley Jackson podría servirnos para confirmar o refutar esta premisa. O para dejarnos pensando, que quizás sea aún mejor. 

Porque si hay algo de lo que estoy casi un cien por ciento seguro es que «Siempre hemos vivido en el Castillo» es un cuento de hadas. Tenemos una doncella atrapada en un castillo, una bruja, un gato y una variedad de amuletos mágicos. Tenemos también un príncipe en busca de un tesoro y una turba de aldeanos enfurecidos. Pues parece que sí, parece que estamos ante un cuento de hadas. Solo hay un pequeño problema, esta historia está escrita por  Shirley Jackon. Y con ella nunca nada es lo que parece.

Constance y Mary Katherine viven junto al tío Julian, ya anciano y minusválido, y a su gato Jonas, en una mansión en las afueras del pueblo. Son los únicos supervivientes de la centenaria familia Blackwood luego de que, años atrás, alguien pusiera arsénico en el azucar durante una reunión familiar. Constance, la hermana mayor, fue investigada aunque nunca se pudo probar que fuera ella. Desde la tragedia, no volvió a salir de la casa. La única que mantiene el contacto con el mundo exterior es Mary Katherine, apodada Merricat. Ella se ve obligada a bajar al pueblo para comprar provisiones y enfrentar tanto las miradas reprobatorias como las burlas de los niños, que cantan…

«Merricat, dijo Constance, ¿quieres una taza de té?
 Oh, no, dijo Merricat, no me envenenaré.
 Merricat, dijo Constance ¿no te está entrando sueño?
¡En la fosa dormiré, a tres metros bajo el suelo!».

En el pueblo no las quieren y Merricat les corresponde. Su peor temor es que alguien quiera violar su privacidad y por eso está convencida de que debe protegerse a través de su visión personal de la hechicería: Un libro clavado en un árbol, una caja con monedas enterrada junto a un arroyo, conjuros mágicos, etc…

Los tres llevan una vida tranquila hasta que aparece el primo Charles, que busca convencerlas de cambiar su estilo de vida. Pero no es todo lo que busca, se habla de que las Blackwood tienen una caja fuerte repleta de riquezas…

A medida que la historia avanza, el pulso del relato se mantiene constante y la tensión va creciendo tan naturalmente que el desenlace, aunque sorprendente, parezca obvio. Jackson nos va dejando sutiles señales, a veces para comprender, a veces para despistar. Y así, mientras avanza en la lectura una duda comienza a surgir en el lector, ¿Quién es la heroína en este cuento de hadas? ¿Constance o Merricat? ¿Y quién es la bruja? ¿Y si no son sino dos caras de la misma moneda?

El rol del pueblo como actor colectivo tampoco puede dejarse de lado. Los peligros de la masificación y de los prejuicios en las pequeñas comunidades parecen uno de los temas que más interesaban a Jackson. En relación a esto es insoslayable recordar otro de sus cuentos «La Lotería» (si no lo leyeron, no sé que esperan para hacerlo, es cortito y lo pueden encontrar pulsando este link). 

Entonces, ¿estamos o no ante un cuento de hadas? Estamos ante un cuento de hadas donde lo sobrenatural no aparece por ningún lado. Y donde paradojicamente, la magia no está en la historia, sino en la narración. No tanto literatura fantástica como fantástica literatura. 

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