Stop-Time – Frank Conroy

A veces es increible la precisión con la que los libros se acomodan – uno tras otro – en nuestra experiencia lectora. Hace poco comentábamos como en «Solenoide», Mircea Cartarescu realizaba un portentoso ejercicio de imaginación para recuperar las elusivas sensaciones de la niñez. «Stop Time» emprende una búsqueda similar, aunque por caminos diferentes.

Conroy no apela a la fantasía como Cartarescu o la evocación sensorial (como es caso de «Unas gotas de aceite», de Simonetta Agnello) sino a un narración simple y despojada de florituras. Casi como si nos lo estuviera relatando personalmente mientras tomamos una cervezas. La empatía lector/narrador es inmediata. El gran mérito para lograr esto es la honestidad del autor, que no recurre a exageraciones ni a victimizaciones. La narración no avanza siempre de manera consecutiva, aunque sí cronológicamente. El autor va seleccionando aquellos episodios que lo fueron contruyendo o marcando su personalidad. Y estos no siempre coinciden con los hechos que generalmente se consideran relevantes en una vida. Como ejemplo, la muerte de su padre solo es mencionada tangencialmente.

A pesar del aparente realismo con el que se va construyendo el relato, Conroy no deja de explorar su propia percepción interna de la experiencia. El autor narra un hecho y luego lo interpreta (o mejor dicho arriesga interpretaciones) a la luz de su yo pasado.  Casi una deconstrucción que expone las inexorables grietas de la realidad. ¿Es posible vislumbrar los secretos del universo haciendo girar un yoyo? ¿Es posible detener el tiempo conduciendo a 120 kilómetros por hora por carreteras desiertas?¿O sentir la erupción incontrolable de nuestra propia sensualidad espiando mujeres a través de los estantes de una biblioteca pública? 

Considerado un maestro de escritores (dirigió durante años el prestigioso «Writers Workshop de la Universidad de Iowa»), otra de las grandes virtudes de Conroy es su claridad (con respecto a esto los remito al excelente prólogo de Rodrigo Fresán, al que se puede acceder desde este link a las primeras páginas desde la web de Libros del Asteroide) pero yo agregaría que además de clara su prosa es hipnotizante.  Descritos por Conroy, acontecimientos meramente mundanos adquieren una vitalidad vibrante. Dicho de mala manera, la obra es fácil de leer, pero esto no la hace una lectura mediocre o pasatista. Siguiendo la vida del autor, el lector ve reflejada su propia experiencia, la cual se enriquece a la vez que adopta  nuevos significados.  «Stop-Time» posee esa capacidad transformadora que solo los grandes libros tienen.  Es famosa la cita de Foster Wallace, «Es la novela que me hizo querer ser escritor». Tras leerla, es difícil no querer, al menos, intentarlo.

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