Publicado el 23 de mayo por Eric Homberger en The Guardian
Extracto traducido por Cecé Pastrana
«Escribo ficción» advierte Phillip Roth, «aunque me han dicho que escribo autobiografías. Y cuando escribo autobiografías dicen que es ficción. Y como parece que soy tan tonto y ellos tan listos, los dejo que ellos digan lo que quieran». Esta postura, a medias entre «estar a la defensiva» y un enojo incipiente, así como una vida entera dedicada a escribir «falsas biografías» otorgaron a Roth, quien murió ayer a los 85 años, un estatus incierto entre aquellos críticos más estructurados mentalmente. Quizás su prestigio alcanzó la cima en los 60´s cuando, junto a Saul Bellow y Bernard Malamud conformaron una «troika judía» en el centro mismo de la vida intelectual norteamericana. Sin embargo, siempre quedaron flotando las dudas y los pedidos de «explicar qué había querido decir», como si no hubiera estado escribiendo literatura sino un largo y forzado (e incluso no del todo sincero) acto de autorevelación que siempre le granjeó la desconfianza de los críticos literarios.
La visión ironica que Roth tenía de la vida en la comunidad judía causó, ya desde sus primeras obras, cierta desazón e incomodidad entre sus lectores de esa religión. Y es que Roth se deleitaba en cada pequeño matiz de absurdidad del modo de vida judío en los EEUU. Además, esta vision secular y desafiante carecía por completo de piedad o de reverencia por las tradiciones. Consultado en alguna ocasión acerca de sus creencias religiosas, contestó que «no le gustaban los engaños» y que no necesitaba ningún tipo de consolación espiritual.
El «Lamento de Portnoy» (1969), su tercera novela y la que le dió fama, gira alrededor del sexo. En ella, su exuberante exploración de la libertad sexual no deja de lado un profundo reconocimiento de sus costos: Aquella sensación, tan burguesa, de la culpa posterior y la amenaza que significan las «idas y vueltas» que las relaciones románticas llevan consigo. En definitiva, que el atractivo sexual puede ser una condena y también, generar un gran dolor emocional.
En su obra es dificil escoger puntos altos, aunque podríamos mencionar algunos hitos. En «El escritor fantasma»(1986) su alter ego, Nathan Zuckerman conoce a una joven mujer en la casa de un prestigioso novelista judío. Sin pensárselo dos veces, Zuckerman cree que está ante la verdadera Ana Frank. «La conjura contra América» (2004) es otro brillante ejercicio de imaginación histórica. ¿Qué hubiera pasado si el famoso aviador Charles Lindberg (el primero en cruzar el Atlantico en avión) se hubiera transformado en presidente de los EEUU? Situada en los años 40, la novela especula sobre un Estados Unidos que nunca entra en la Segunda Guerra Mundial, firma un pacto de no agresión contra la Alemania Nazi y comienza a perseguir a los judíos.
Otro de sus grandes textos, «Pastoral Americana» (1997) relata, a través de su alter ego Zuckerman, la vida de «El Sueco», el prototipo de héroe al que admiraba toda la comunidad judía de Newark (donde el creció) ya que encarnaba la idea de que era posible para un chico judío triunfar pese a su origen humilde y el sutil antisemitismo de la época. Los cambios sociales y económicos de los 60 suponen un terremoto generacional y de valores que dejan atrás el mundo en el que el Sueco cree y al que se aferra.
En el año 2011 ganó el Man Booker Internacional y en 2012 el Principe de Asturias de las Letras. Su prestigio siguió al alza durante los años siguientes, cuando en 2013 la revista New York reunió un panel de 30 expertos para elegir al escritor más importante de las letras Norteamericanas, Roth ganó con los ojos cerrados. Su última aparición pública fue en 2014 en una entrevista filmada para la BBC, había dejado de escribir 4 años antes. «Tengo 78 años», dijo en aquella oportunidad, «no sé nada sobre la Norteamérica actual. Me entero de algo a través de la televisión, pero ya no vivo allí».